Dulce alegría, ven, es el momento
en que dejes abiertas las ventanas
y vuelvas por las únicas mañanas
hacia mi pecho afín, claro y sediento.
Ya por las albas surge tu himno lento:
deja la gasa de oro a tus hermanas,
ondas de luz que vuelan tan lejanas,
y ven a donde nunca canta el viento.
Silba un pájaro nuevo en el celaje
se ve al genio del sol hilando el viaje,
dulce alegría en tu nacido otoño.
Desciende ahora sobre el pecho suave,
herido y fiel, cantora como el ave.
Sé en el soplo de luz blanco retoño.
Samuel Feijóo.
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