Le llamo poesía, le llamamos,
a la aplomada hilera de ladrillos,
a la sopa fragante,
al cuaderno de puntas estropeadas.
Le llamo, le llamamos, poesía
a la espalda doblada de los viejos
transformados en signo de pregunta.
No importa si nos sobra el decasílabo
o si nos falta la rima.
Le llamamos estrofa
a todo lo que canta.
Le llamamos metáfora
al sudor,
a la nuca dolida,
al día que demora,
a los huesos de Carlos Fuentealba.
Nosotros, que tendemos las palabras al sol,
como la ropa blanca,
llamamos poesía al día que nos toca.
Nos hacemos poetas
entre ayer y mañana.
Liliana Bodoc
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