Claro y límpido caudal
es la lengua que yo adoro,
la lengua de versos de oro
y de vibración marcial.
Es dúctil como el metal
y rica como el tesoro
que dejó Boabdil el moro
allá en su Alhambra oriental.
Como clarines al viento
vibra su broncíneo acento
en la ira o el dolor.
Y son sus cláusulas graves
amorosos trinos de aves
sobre las lilas en flor.
Leopoldo Díaz.
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