Salgo del curso muy cansada.
Y es que , en realidad , no soporto más las insustancialidades que plantea este grupo.
Programaron un encuentro para las nueve de la noche y me sentí comprometida
a aceptar pero no quiero ir.
Paso por la avenida y me detengo en la librería .Busco libros de autoayuda.
" Cómo aprender a decir NO" . Guau! Justo. El autor explica con minuciosos detalles mecanismos para decir no sin dar explicaciones.
No. No quiero. No me interesa. No voy.
Descubro en otro estante : " Aprender a desentenderse de la culpa".
Claro que me genera culpa no tener ganas de compartir con el grupo de estudios
pero no lo puedo evitar.
Siento culpa por muchas cosas.
Por no terminar a tiempo los trabajos, por desatender a la familia, por llegar tarde a clase,
por olvidar comprar en el super lo necesario para la cena,
por ponerme las remeras sin planchar , por permitir que los demás me digan
lo que tengo que hacer y desatender las críticas.
Culpa por lo que hago y culpa por lo que dejo sin hacer.
Es como atravesar un laberinto y tropezar siempre con los mismos obstáculos.
No soy una máquina . Hago lo que puedo y como puedo.
En otro estante encuentro un libro que me llama la atención :
"Cómo impedir la monotonía de las agujas del reloj".
Siempre estoy pendiente del tiempo , de los horarios , de la puntualidad .
Supongo que esa manía de suplir las necesidades de todos cumpliendo como un reglamento
lo pre establecido surge de los malditos mandatos incorporados desde la infancia.
El mandato de cumplir obsesivamente para que el otro no se desencante o se sienta defraudado.
¿Por qué debo priorizar las necesidades ajenas en lugar de las mías?
¿Por qué cumplir a rajatabla con los horarios laborales ?
Necesito un día para mí, para andar en pijama en casa y no hacer lo que debo sino lo que deseo.
No es tan difícil. O , tal vez , si. Implica la capacidad de rebelarse y de poner límites .
Así de simple. Cumplir con los afectos y con las responsabilidades pero dejando una ventana
que permita andar sin apremios ni prisas, sin sentir las demandas de los que operan
como " mandantes" y erradicar el maquiavélico tic - tac del reloj que parece
el Gran Hermano de Orwell que vigila permanentemente.
Respiro profundamente tratando de ordenar el alud de cuestionamientos
que bullen en mi interior.
Necesito un respiro para intentar desovillar los hilos enredados y llenos de nudos que me oprimen.
Me siento en un banco de la plaza .
Deslizo la mirada por los pinos verdes, y los canteros llenos de margaritas.
El cielo está azul sin nubes . A mi lado se sienta una señora.
Sin decir nada, abre su cartera y saca una bolsa.
Miro su mano que recoge granos de maíz y se los echa a las palomas.
Las aves revolotean a nuestro alrededor y ella sonríe feliz.
Me río suavemente para no espantarlas.
Le pido un puñado y extiendo la mano. Cuando la abro ,una paloma
se posa con delicadeza y come .
Nos miramos y en esa conexión muda surge una sensación de plenitud y placidez.
La naturaleza no tiene relojes.
Alejo Márquez.
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