"Un viento misionero sacude las persianas.
No sé qué jueves trae, no sé qué noche lleva,
ni siquiera el dialecto que propone.
Creo reconocer endechas rotas,
trocitos de hurras y batir de palmas,
pero todo se mezcla en un aullido,
que también puede ser deleite o salmo.
El viento bate franjas de aluminio,
llega de no sé dónde a no sé dónde,
y en ese rumbo, enigma soy apenas,
una escala precaria y momentánea.
No abro hospitalidad,
no ofrezco resistencia,
simplemente lo escucho arrinconado,
mientras en el recinto vuelan nombres, papeles y cenizas.
Después se posarán en su baldosa,
en su alegre centímetro,
en su lástima.
Ahora vuelan como barriletes,
como murciélagos, como hojas.
Lo curioso, lo absurdo,
es que a pesar de que aguardo mensajes y pregones
de todas las memorias y de todos los puntos cardinales,
lo raro, lo increíble,
es que a pesar de mi desamparada expectativa,
no sé qué dice el viento del exilio."
Mario Benedetti
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