Rojo, como el desierto,
salió el sol al horizonte:
Y alumbró a un esclavo muerto,
colgado a un seibo del monte.
Un niño lo vio: tembló
de pasión por los que gimen:
¡Y, al pie del muerto, juró
lavar con su vida el crimen!
Yo sé de un pesar profundo
entre las penas sin nombre:
¡La esclavitud de los hombres
es la gran pena del mundo!
JOSÉ MARTÍ.
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