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" María dos Prazeres y el conde de Cardona." Gabriel García Márquez.


" El conde llegaba puntual entre las siete y las nueve de la noche
con una botella de champaña del país envuelta en el periódico de la
tarde para que se notara menos, y una caja de trufas rellenas. […]
Después de la cena, larga y bien conversada, hacían de memoria
un amor sedentario que les dejaba a ambos un sedimento de desastre.
Antes de irse, siempre azorado por la inminencia de la media noche,
el conde dejaba veinticinco pesetas debajo del cenicero del dormitorio.
Ese era el precio de María dos Prazeres cuando él la conoció en un
hotel de paso del Paralelo, y era lo único que el óxido del tiempo
había dejado intacto."

"Ninguno de los dos se había preguntado nunca en qué
se fundaba esa amistad. María dos Prazeres le debía a él
algunos favores fáciles. […] Ella le había contado al
conde […] que el primer oficial de un barco
turco la disfrutó sin piedad durante la travesía del
Atlántico, y luego la dejó abandonada sin dinero, sin
idioma y sin nombre, en la ciénaga de luces del Paralelo.
Ambos eran conscientes de tener tan pocas cosas en común
que nunca se sentían más solos que cuando estaban juntos,
pero ninguno de los dos se había atrevido a lastimar los
encantos de la costumbre.
Necesitaron de una conmoción
nacional para darse cuenta, ambos al mismo tiempo, de
cuánto se habían odiado, y con cuánta ternura, durante
tantos años."
 El general Francisco Franco, dictador eterno de España, había
asumido la responsabilidad de decidir el destino final de tres
separatistas vascos que acababan de ser condenados a muerte.
El conde exhaló un suspiro de alivio.
-Entonces los fusilarán sin remedio-dijo-porque el Caudillo
es un hombre justo.
María dos Prazeres fijó en él sus ardientes ojos de cobra real,
Y vio sus pupilas sin pasión detrás de las antiparras de oro, los
dientes de rapiña, las manos híbridas de animal acostumbrado
a la humedad y las tinieblas. Tal como era.
Pues ruégale a Dios que no-dijo-, porque con uno solo que
fusilen yo te echaré veneno en la sopa.
El conde se asustó.
-¿Y éso por qué?
-Porque yo también soy una puta justa.
El conde de Cardona no volvió jamás"

Gabriel García Márquez. 

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