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"El costo de no escuchar a la naturaleza." Leonardo Boff.


Somos en gran parte todavía deudores del espíritu científico moderno que identifica la realidad con sus aspectos meramente materiales y mecanicistas sin incluir en ella la vida, la conciencia y la comunión íntima con las cosas que los poetas, músicos y artistas nos evocan en sus magníficas obras.
 El universo y la naturaleza tienen una historia que está siendo contada por las estrellas, por la Tierra, por la floración y la elevación de las montañas, por los animales, por los bosques y selvas, y por los ríos.
 Nuestra tarea es saber escuchar e interpretar los mensajes que nos mandan.
 Los pueblos originarios sabían captar cada movimiento de las nubes, el sentido de los vientos, y sabían cuando venían o no trombas de agua.
 Chico Mendes con quien participé en largos recorridos por la selva amazónica de Acre sabía interpretar cada ruido de la selva, leer las señales del paso de la onza en las hojas del suelo, y con el oído pegado a la tierra conocer la dirección que llevaba la manada de peligrosos cerdos salvajes.
 Nosotros hemos olvidado todo eso.
 Con el recurso de las ciencias leemos la historia inscripta en las capas de cada ser, pero este conocimiento no ha entrado en los currículos escolares ni se ha transformado en cultura general. 

Antes bien, se ha vuelto técnica para dominar la naturaleza y acumular.

En el caso de nuestras ciudades serranas es natural que haya lluvias torrenciales en el verano. Siempre pueden ocurrir desmoronamientos de las laderas.

 Sabemos que ya se ha instalado el calentamiento global que hace estos sucesos más frecuentes y más intensos.
 Conocemos los valles profundos y los riachuelos que corren por allí.
 Pero no escuchamos el mensaje que nos envían, que es no construir casas en las laderas, no vivir cerca del río, y preservar celosamente la vegetación de las riberas.
 El río tiene dos lechos: uno normal, menor, por el cual fluyen las aguas corrientes y otro mayor por donde se vacían las grandes aguas de las lluvias torrenciales.

 En esta parte no se puede construir ni vivir.

Estamos pagando un alto precio por nuestro descuido y por la destrucción de la Mata Atlántica que equilibraba el régimen de lluvias.

 Lo que se impone ahora es escuchar a la naturaleza y hacer obras preventivas que respeten el modo de ser de cada ladera, de cada valle y de cada río.

Sólo controlamos la naturaleza en la medida en que la obedecemos, sabemos escuchar sus mensajes y leer sus señales. 

En caso contrario tendremos que contar con tragedias fatales evitables.

Leonardo Boff .
 Teólogo, filósofo , escritor 


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