LA ORACIÓN DE LOS CABALLOS VIEJOS - Ricardo Nieto:
Por los callejones y las alquerías
que el sol ilumina con leves reflejos,
recordando siempre sus mejores días
pasan renqueando los caballos viejos,
llenos de amarguras y melancolías...
Por entre las cercas de palo y alambre
meten las cabezas, medio adormecidos,
les siguen de moscas zumbando un enjambre
y ellos pobrecitos- transidos de hambre,
se quedan mirando los prados floridos...
Los prados floridos en donde nacieron
libres como el viento y como él veloces;
esos mismos prados en donde corrieron
lanzando felices relinchos y coces.
Hermano caballo: igual es tu sino
al de los mortales;
a ti, cuando inútil, te arroja el destino
a morir de hambre a un negro camino
¡y a aquellos arrojan a los hospitales!
Así son los hombres no sólo contigo
que tan noble y dulce, que tan bueno eres;
en esta tragedia de todos los seres
es sólo el sepulcro el único amigo.
Hermano caballo: como tú los parias
de la vida pasan horas de quebranto;
para sus oídos no fueron las arias
de los vencedores... Almas solitarias,
¡flores que se abrieron regadas de llanto!
Empleados oscuros de las oficinas,
músico ambulante, pobres artesanos,
artistas... poetas... que parecen ruinas,
del caballo viejo somos los hermanos...
¡como a él no nos quedan sino las espinas!...
Cuando las arrugas surcan ya la frente,
y el alma tenemos llena de consejos,
la vida que todo lo ve brutalmente,
¡como mueren siempre los caballos viejos!
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