“En tiempos de incertidumbre y desesperanza,
es imprescindible gestar proyectos colectivos
desde donde planificar la esperanza junto a otros.”
Enrique Pichon-Riviére.
Los psicólogos sociales
son como el dulce de leche,
el colectivo y el tango.
Los creó hace muchos años
un doctor Pichon Rivière
que se crió en Goya, Corrientes
y era de origen francés.
El hombre andaba buscando
la causa de la tristeza
en ese siglo en que Europa
parió en el mundo dos guerras.
La buscó en la medicina,
que no le daba respuesta
y en el sueño y la locura,
rastreando la oscura huella
de crueles culpas antiguas
que nos atan y atormentan
y se nos llevan la vida
en angustias y peleas.
Y la buscó en Buenos Aires,
tierra de criollos sin tierra
hijos de indios e inmigrantes
mestizados en las pérdidas.
Y en los gritos del loquero
se topó con la tristeza
y le preguntó su causa
y supo oír la respuesta.
Vio que tristeza y locura,
nietas de antiguas herencias,
son hijas de las infancias
y hermanas de las violencias.
Lo descubrió en Buenos Aires,
tierra de criollos sin tierra,
donde el tango llora tristes
pérdidas de pago y vieja.
Y en el loquero porteño
fue médico de tristezas
y en el vínculo y el grupo
inventó nuevas recetas.
Vio que estar juntos curaba
el dolor de la violencia,
en un país donde tantos
imponen su prepotencia.
Y se fue del Hospital
a enfrentar nuevas tristezas
y se rodeó de estudiantes
que compartieron sus metas.
Y les enseñó a hacer grupos
poblados de diferencias
y a interpretar y encarar
las causas de las tristezas
que nos hacen peleadores
y nos llenan de barreras
que nos impiden centrarnos
en lo que es nuestra tarea.
Los psicólogos sociales
son hijos de estas ideas
y ahí andan tejiendo redes
en la diaria resistencia
frente a las fuerzas que imponen
exclusión y dependencia
en centros comunitarios,
escuelas, barrios y empresas
y crean dispositivos,
piensan lo que no se piensa
y van haciendo el país,
como una fuerza entre fuerzas.
Alejandro Simonetti.
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