" Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece.
Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible
para vivir con dignidad.
Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios.
Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia
y el juicio ajeno.
Aparto a los quejumbrosos y malhumorados,
a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar
en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias,
sobre las que nadie derramará una sola lágrima
en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera.
Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo,
los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante,
las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos
que padecen en las minas de esmeraldas y de oro
a cambio de un pedazo de pan.
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