La circunstancia es
que el capitalismo y el patriarcado
nos han mentido siempre:
la verdad es que ambos
-miserables causantes
de la explotación de las mujeres
y de la clase obrera –
son los mismos responsables
de la explotación de la naturaleza.
La coyuntura es mucho más simple:
la verdad es que sólo somos
una serie de conexiones históricas
biológicas y sociales
entre nosotres y la naturaleza
y la suerte con que la tratemos a ella
es la suerte que nos será revelada.
La coincidencia es tan indudable
que a veces somos roca
y otras hierba fresca
que tenemos dos caras – como la luna –
y ronroneamos o rugimos
depende de cómo nos sintamos,
que tenemos corteza y follaje
raíces y alas y a veces
hasta parimos frutos.
La confluencia es tan evidente
que cuando lloramos, transpiramos
o eyaculamos
nos sale de adentro toda la mar salada
y hasta desparramamos fragancias
cual flores.
La verdad es que podemos
ser más glaciales que la nieve
ser más ardientes que el fuego
y tener más vaciedades que el desierto .
La convergencia es tan clara
que tratamos a nuestros árboles
idéntico que a nuestrxs viejxs
abandonamos
a nuestras infancias y juventudes
como abandonamos
a desprotegidos cachorros
construimos ciudades grises y simétricas
como construimos ideales de perfección
desoyendo la primera lección de la naturaleza:
la belleza radica en el caos
de la diversidad y la asimetría.
La contradicción es tan burda
que nos rasgamos la piel cuando escuchamos
bolsonaristas hachas comiendo las selvas
mientras nuestras ropas,
calzados, muebles, viviendas
son la industrialización misma de la violencia
y hasta alardeamos
de nuestro respeto y empatía
mientras ejercemos opresión y supremacía
contra todas las demás especies.
La canallada es tan soez
que nos autoconvencemos que estamos
contra toda violencia patriarcal y capitalista
mientras torturamos tetas de vacas,
de cabras, de ovejas
y nos empachamos de carne y de sangre
sabiendo que nuestros alimentos son
la industrialización misma de la violencia.
La cobardía es tan ruin
que llamamos deportes a riñas de gallos,
a corridas de toros, a domas, a jineteadas
y a carreras de galgos:
la verdad es que nos decimos militantes
de la vida
mientras honramos el espíritu
de la crueldad, la tortura y la muerte.
La concurrencia es tan urgente
que necesitamos entender
que sólo somos un engendro más del planeta
que debe asumir imperiosamente
que ya no alcanza con fundar un nuevo pacto
entre personas sino entre especies
un nuevo pacto amoroso
libre de toda forma de violencia
abandonador de hipocresías busca aplausos
o políticamente correctas
y asumirse poesía
poesía social, de autocrítica y de protesta,
poesía de vida que nos tatúe en la entraña
que aquello que hacemos
a toda otra forma de vida
lo hacemos a nuestra propia especie.
ITATÍ SCHVARTZMAN.
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