No se puede ser tibio siempre, continuamente, eternamente.
Uno no puede andar vestido de gris por la vida, cada día, cada hora, cada minuto.
Uno debe, necesariamente, posicionarse, elegir, comprometerse, movilizarse, decidir si se queda contando angustias, monedas y nimiedades o si sale para no quedarse ya nunca más en silencio.
No da lo mismo dictadura que democracia.
Golpe de Estado que asamblea popular.
Poesía que publicidad.
Derechos humanos que derechos y humanos.
Pueblo que oligarquía.
Encierro que libertad.
Hambre que alimento.
Nosotr@s que ell@s.
Uno debe, necesariamente, conmoverse, comprometerse en el movimiento, dejar de dejar pasar, no tragar más saliva, no ponerse más colorado, no dejar pasar ya más nada que nos incomode, que nos neutralice, que nos falte el respeto, que nos quite lo digno, que nos saque lo nuestro.
No se puede ser tibio siempre, vivir a desgano, dar el abrazo a medias, preestablecer el amor, planificar el próximo beso, rechazar la revolución, tener hobbies y no pasiones, tener ahorros y no tiempo, tener hijos y no juegos, tener cama y no sexo, tener techo y olvidar la lluvia, tener mesas y olvidar el árbol.
Uno no puede andar por la vida sin ganas de desandarse, sin tiempo de despeinarse, sin lugar a la pregunta, encerrado en las respuestas, viviendo una vida de horóscopo, leyendo solo en enero, destilando tantos grises, olvidando los colores.
No es lo mismo si la vas a buscar a si no la vas a buscar.
Si mandas la carta o te quedas con la tinta oxidada en el corazón.
No es lo mismo meterse al pogo o mirarlo desde afuera.
No es lo mismo si te quedas con las palabras en el dique de tu garganta a si tus palabras por fin escampan de la oscuridad que las silenciaba
No es lo mismo un camino que el otro.
No se puede ser tibio siempre, continuamente, eternamente.
No se puede.
Ni se debe.
Bernardo Penoucos.

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