Con la vista clavada sobre la copa
se halla abstraído el padre desde hace rato:
pocos momentos hace que rechazó el plato
del cual apenas quiso probar la sopa.
De tiempo en tiempo, casi furtivamente,
llega en silencio alguna que otra mirada
hasta la vieja silla desocupada
que alguien, de olvidadizo, colocó enfrente.
Y, mientras se ensombrecen todas las caras,
cesa de pronto el ruido de las cucharas
porque insistentemente, como empujado
por esa idea fija que no se va,
el menor de los hijos ha preguntado
cuándo será el regreso de la mamá.
Evaristo Carriego
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