Decid, ¿cuál es mi crimen?, ¿lo sospecháis siquiera?
¡Y me acusáis sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana, donde encendáis la hoguera,
levantará la historia una estatua para mí.
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Yo sé que me condena vuestra demencia suma,
¿Por qué?... Porque las luces busqué de la verdad,
no en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
con dogmas y con mitos robados a otra edad,
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sino en el libro eterno del Universo mundo,
que encierra entre sus folios de inmensa duración
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.
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Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia
la causa de las causas, el último por qué,
ha de trocar muy pronto la Biblia por la Ciencia,
los templos por la escuela, por la razón la fe.
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Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo,
todo lo grande, y quisiérais poderme desmentir.
Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir...
.
Aún allá, en el fondo, bien sabéis que la idea
es intangible, eterna, divina, inmaterial.
Que no es ella el Dios y la religión vuestra
sino la que forma, con sus cambios, la historia universal.
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Que es ella la que saca la vida del osario,
la que convierte al hombre de polvo en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz la de Tabor.
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Mas sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fe sois falsos llamando a Dios, ateos,
¡Chacales que un cadáver buscáis para roer!
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¿Cuál es vuestra doctrina?, tejido de patrañas;
Vuestra ortodoxia, embuste; vuestro patriarca, un rey;
Leyenda vuestra historia fantástica y extraña;
Vuestra razón, la fuerza; y el oro vuestra ley.
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Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles.
Tenéis las bacanales, su pérfida maldad;
Como ellos sois farsantes, hipócritas y viles;
Queréis, como quisieron, matar a la Verdad.
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Mas... ¡vano empeño! Si en esto vence alguno,
soy yo porque la historia dirá en lo porvenir:
"Respeto a los que mueren como muriera Bruno",
Y en cambio vuestros nombres... ¿quién los podrá decir?
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Prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte:
Morir como yo muero no es una muerte, ¡no!,
Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte.
Por eso habrá quien triunfe, y no es Roma, ¡soy yo!
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Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño,
decidle que a la Muerte me entrego como a un sueño,
porque es la Muerte quien nos conduce a Dios.
Mas no a ese Dios siniestro, con vicios y pasiones
que al hombre da la vida y, al par, su maldición,
sino a ese Dios-Idea que, en mil evoluciones,
da a la materia forma, y vida a la creación.
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No al Dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento,
al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mí,
al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento,
al Dios de las bondades, no al Dios de ira sin fin.
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Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar,
que niegue Pedro al Maestro , que a mí, ante el martirio,
de la verdad que tengo no me haréis apostatar.
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Mas... ¡basta! ¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra,
¡Cobardes!, ¿qué os detiene?, ¿teméis al porvenir?
¡Ah!... Tembláis. Es porque la fe a mí me sobra,
Miradme. Yo no tiemblo. ¡Y soy quien va a morir!
Giordano Bruno.
Giordano Bruno nunca dudó en expresar sus ideas en público,
por lo que fue acusado de herejía .
Fue entonces cuando abandonó Italia.
Vivió mucho tiempo en el exilio por causa de la Inquisición
y abandonó el sacerdocio.
Durante su vida fuera de Italia, se dedicó a dar clases
y encontró personas que apoyaron sus ideas.
Finalmente volvió a Italia, aún sabiendo el peligro que corría.
La ejecución de Giordano Bruno fue llevada a cabo en la plaza de Campo de’ Fiori.
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