Por el aroma roto de un recuerdo,
como por un incienso mutilado,
brotas de la memoria en que me pierdo,
cristal sin luz, metal acongojado.
Contigo traes el llanto de la encina
y la cinta sin mácula del hielo.
Contigo el ronco viento de la esquina
y el tierno y largo jadear del suelo.
Contigo traes, a tu costado atado,
el mar de ancho pulmón y duro acento,
y a la húmeda sombra del costado
el río soñador y soñoliento.
La brisa que fue ala sollozante,
el cielo que fue verde praderío,
el trabajado lirio de diamante
y la oliva viajera por el río;
el toro inmóvil, la veloz espiga
contigo traes, de mi memoria brotan
y en un dulce atropello sin fatiga
por la corriente de mis hombros flotan.
Dejadme a mí, dejadme a la ventura
andar, llorar sin voz, mirar en vano
hasta caer sobre la tierra oscura
con la frente en el cuenco de mi mano.
Pedro Garfias.
Pedro Garfias fue un poeta que despuntó y desempeñó un papel importante en su primera juventud como miembro de la vanguardia ultraísta, de la que se alejó en los años veinte escribiendo una poesía neopopular, y renació como poeta al estallar la Guerra Civil de España.
En el amplio despertar poético que avivó el conflicto en el campo republicano, Garfias tuvo un papel muy destacado, colaborando en todo tipo de publicaciones y recitando sus poemas en los frentes de combate, al igual que su compañero y amigo Miguel Hernández.
En el amplio despertar poético que avivó el conflicto en el campo republicano, Garfias tuvo un papel muy destacado, colaborando en todo tipo de publicaciones y recitando sus poemas en los frentes de combate, al igual que su compañero y amigo Miguel Hernández.
Su libro Poesías de la guerra, publicado en Valencia en 1937, recibió el año siguiente el Premio Nacional de Literatura de un jurado formado por Antonio Machado Enrique Díez Canedo y Tomás Navarro Tomás.
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