"Las dos hijas del Gran Compositor -seis y siete años- estaban acostumbradas al silencio.
En la casa no debía oírse ni un ruido, porque papá trabajaba.
Andaban de puntillas, en zapatillas, y sólo a ráfagas, el silencio
se rompía con las notas del piano de papá.
Y otra vez silencio.
Un día, la puerta del estudio quedó mal cerrada, y la más pequeña de las niñas
se acercó sigilosamente a la rendija; pudo ver cómo papá, a ratos, se inclinaba sobre un papel, y anotaba algo.
La niña más pequeña corrió entonces en busca de su hermana mayor.
Y gritó, gritó por primera vez en tanto silencio:
-¡La música de papá, no te la creas...! ¡Se la inventa!"
Ana María Matute.
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