"Un día llegué de noche a un pueblo.
En el centro había un árbol.
Cuando me encontré en medio de la plaza, me di cuenta de que aquel pueblo, en apariencia fantasma, en realidad estaba habitado.
Me rodearon y se fueron acercando hasta que me amarraron a un árbol y se fueron.
Pasé toda la noche ahí.
Aunque estaba algo perplejo, no estaba asustado pues ni siquiera tenía ánimo para ello. Amaneció y poco a poco aparecieron los mismos que me habían amarrado.
Me soltaron y me dijeron:
- “Te amarramos porque cuando llegaste vimos que se te había perdido el alma,
que tu alma te andaba buscando, y te amarramos para que te encontrara."
Juan Rulfo.